Y no me queda más remedio que huir.
Buscando no sentir para evitar.
El dolor de las despedidas.
El impacto de mirar a unos ojos cristalizados.
Pero lo peor es decir adiós sin abrazos, sin caricias.
Lo peor de huir sin más es todo lo que dejas.
Sin saber qué pasará con todos ellos.
Y en concreto con esa persona.
Miras embelesada la ventana,
como si fuera a aparecer de repente.
Como si fuera a darte los buenos días.
Una vez más bajas de la nube y no hay nada.
Tan sólo un rastro que se supone has de seguir.
Con una señal muy clara:
Eres tu.
Y de ahí mi mente vuela.
A paraísos inventados,
en los que somos una sola piel.
Fundida de extremo a extremo.
Con mil mariposas,
que rasgan los bordes de una realidad,
para mi inventada.
Pero me asfixio.
Y todo explota.
Me alejo y nos volvemos dos extraños
Que no saben si mirarse o sentir.
